domingo, 30 de noviembre de 2014

Patas Arriba (XIII). La impunidad del sagrado motor

Los derechos humanos se humillan al pie de los derechos de las máquinas. Son cada vez más las ciudades, y sobre todo las ciudades del sur, donde la gente está prohibida. Impunemente, los automóviles usurpan el espacio humano, envenenan el aire y, con frecuencia, asesinan a los intrusos que invaden su territorio conquistado. ¿En qué se distingue la violencia que mata por motor, de la que mata por cuchillo o bala?

EL VATICANO Y SUS LITURGIAS

Este fin de siglo desprecia al transporte público. Cuando el siglo veinte estaba cumpliendo la mitad de su vida, los europeos utilizaban trenes, autobuses, metros y tranvías para las tres cuartas partes de sus ires y venires. Actualmente, el promedio ha caído, en Europa, a una cuarta parte. Y eso es mucho, si se compara con los Estados Unidos de América, donde el transporte público, virtualmente exterminado en la mayoría de las ciudades, sólo cubre el cinco por ciento del transporte total.

Henry Ford y Harvey Firestone eran muy buenos amigos, allá por los años veinte, y ambos se llevaban de lo más bien con la familia Rockefeller. Este cariño recíproco desembocó en una alianza de influencias, que mucho tuvo que ver con el desmantelamiento de los ferrocarriles y la creación de una vasta telaraña de carreteras, luego convertidas en autopistas, en todo el territorio norteamericano. Con el paso de los años, se ha hecho cada vez más apabullante, en los Estados Unidos y en el mundo entero, el poder de los fabricantes de automóviles, los fabricantes de neumáticos y los industriales del petróleo. De las sesenta mayores empresas del mundo, la mitad pertenece a esta santa alianza o funciona para ella.

El alto cielo del fin de siglo: en los Estados Unidos se concentra la mayor cantidad de automóviles del mundo y también la mayor cantidad de armas. Seis, seis, seis: de cada seis dólares que gasta el ciudadano medio, uno se consagra al automóvil; de cada seis horas de vida, una se dedica a viajar en auto o a trabajar para pagarlo; y de cada seis empleos, uno está directa o indirectamente relacionado con el automóvil, y otro está relacionado con la violencia y sus industrias. Cuanta más gente asesinan los automóviles y las armas, y cuanta más naturaleza arrasan, más crece el Producto Nacional Bruto.

¿Talismanes contra el desamparo o invitaciones al crimen? La venta de autos es simétrica a la venta de armas, y bien podría decirse que forma parte de ella: los automóviles son la principal causa de muerte entre los jóvenes, seguida por las armas de fuego. Los accidentes de tráfico matan y hieren, cada año, más norteamericanos que todos los norteamericanos muertos y heridos a lo largo de la guerra de Vietnam y, en numerosos estados de la Unión, el permiso de conducir es el único documento necesario para que cualquiera pueda comprar una metralleta y con ella cocine a balazos a todo el vecindario. El permiso de conducir no sólo se usa para estos menesteres, sino que también se exige para pagar con cheques o cobrarlos, para hacer un trámite o para firmar un contrato. El permiso de conducir hace las veces de documento de identidad; son los automóviles quienes otorgan identidad a las personas. 

Los norteamericanos usan una de las gasolinas más baratas del mundo, gracias a los jeques de lentes negros, los reyes de opereta y otros aliados de la democracia que se dedican a malvender petróleo, a violar derechos humanos y a comprar armas norteamericanas. Según los cálculos del Worldwatch Institute, si se tomaran en cuenta los daños ecológicos y otros costos escondidos, el precio de la gasolina tendría que elevarse, por lo menos, al doble. La gasolina es, en los Estados Unidos, tres veces más barata que en Italia, que ocupa el segundo lugar entre los países más motorizados; y cada norteamericano quema, en promedio, cuatro veces más combustible que un italiano, lo que ya es decir.


Esta sociedad norteamericana, enferma de autismo, genera la cuarta parte de los gases que más envenenan la atmósfera. Aunque los automóviles, sedientos de gasolina, son en buena parte responsables de ese desastre, los políticos les garantizan impunidad a cambio de dinero y de votos. Cada vez que algún loco sugiere aumentar los impuestos a la gasolina, los big three de Detroit General Motors, Ford y Chrysler ponen el grito en el cielo y desatan campañas millonarias, y de amplio eco popular, denunciando tan grave amenaza contra las libertades públicas. Y cuando algún político se siente asaltado por la duda, las empresas le aplican la terapia contra ese malestar: como alguna vez comprobó la revista Newsweek, «es tan orgánica la relación entre el dinero y la política, que intentar cambiarla sería como pedir a un cirujano que se hiciera a sí mismo una operación a corazón abierto».

Es raro el caso del político, demócrata o republicano, capaz de cometer algún sacrilegio contra el modo de vida nacional, fundado en la veneración de las máquinas y en el derroche de los recursos naturales del planeta. Impuesto como modelo universal, ese modo de vida, que identifica el desarrollo humano con el crecimiento económico, realiza milagros que la publicidad exalta y difunde, y que el mundo entero querría merecer. En los Estados Unidos, cualquiera puede realizar el sueño del auto propio, y son muchos los que pueden cambiar de coche con frecuencia. Y si el dinero no alcanza para el último modelo, esta crisis de identidad se puede resolver mediante los aerosoles, que el mercado ofrece para dar olor a nuevo al autosaurio comprado hace tres o cuatro años.

Pánico a la vejez: la vejez, como la muerte, se identifica con el fracaso. El automóvil, promesa de juventud eterna, es el único cuerpo que se puede comprar. Este cuerpo animado come gasolina y aceite en sus restoranes, dispone de farmacias donde le dan remedios, y de hospitales donde lo revisan, lo diagnostican y lo curan, y tiene dormitorios para descansar y cementerios para morir.

El promete libertad a las personas, que por algo las autopistas se llaman freewayscaminos libres, y sin embargo actúa como una jaula ambulante. El tiempo de trabajo humano aumenta a pesar del progreso tecnológico, y también aumenta, año tras año, el tiempo necesario para ir y venir del trabajo, por los atolladeros del tránsito, que obligan a avanzar a duras penas y trituran los nervios: se vive dentro del automóvil, y él no te suelta. Driveby shooting: sin salir del auto, a toda velocidad, se puede apretar el gatillo y disparar sin mirar a quién, como a veces ocurre en las noches de Los Ángeles. Drivethru teller, drivein restaurant: sin salir del auto se puede sacar dinero del banco y cenar hamburguesas. Y sin salir del auto se puede, también, contraer matrimonio, drivein marriage: en Reno, Nevada, el automóvil entra bajo los arcos de flores de plástico, por una ventanilla asoma el testigo y por la otra el pastor que, biblia en mano, os declara marido y mujer; y a la salida una funcionaria, provista de alas y de halo, entrega la partida de matrimonio y recibe la propina, que se llama love donation.


El automóvil, cuerpo comparable, se mueve en lugar del cuerpo humano, que se queda quieto y engorda; y el cuerpo mecánico tiene más derechos que el de carne y hueso. Como se sabe, los Estados Unidos han emprendido, en estos últimos años, una guerra santa contra el demonio del tabaco. En una revista, vi un anuncio de cigarrillos, atravesado por la obligatoria advertencia de peligro a la salud pública. La franja decía: El humo del tabaco contiene monóxido de carbono. Pero, en la misma revista, había varios anuncios de automóviles, y ninguno advertía que mucho más monóxido de carbono contiene el humo, casi siempre invisible, de los automóviles. La gente no puede fumar. Los autos, sí.

Con las máquinas ocurre lo que suele ocurrir con los dioses: nacen al servicio de la gente, mágicos conjuros contra el miedo y la soledad, y terminan poniendo a la gente a su servicio. La religión del automóvil, con su Vaticano en los Estados Unidos, tiene al mundo de rodillas: su difusión produce catástrofes; las copias multiplican hasta el delirio los defectos del original.


Por las calles latinoamericanas circula una ínfima parte de los automóviles del mundo, pero algunas de las ciudades más contaminadas del mundo están en América latina. Las estructuras de la injusticia hereditaria y las contradicciones sociales feroces han generado, al sur del mundo, ciudades que crecen más allá de todo posible control, monstruos desmesurados y violentos: la importación de la fe en el dios de cuatro ruedas, y la identificación de la democracia con el consumo, tienen efectos más devastadores que cualquier bombardeo.

Nunca tantos han sufrido tanto por tan pocos. El transporte público desastroso y la ausencia de carriles para bicicletas hacen poco menos que obligatorio el uso del automóvil privado, pero, ¿cuántos pueden darse el lujo? Los latinoamericanos que no tienen coche propio ni podrán comprarlo nunca, viven acorralados por el tráfico y ahogados por el smogLas aceras se reducen o desaparecen, las distancias crecen, hay cada vez más autos que se cruzan y cada vez menos personas que se encuentran. Los autobuses no sólo son escasos: para peor, en la mayoría de nuestras ciudades, el transporte público corre por cuenta de unos destartalados cachivaches, que echan mortales humaredas por los caños de escape y multiplican la contaminación en lugar de aliviarla.

En nombre de la libertad de empresa, la libertad de circulación y la libertad de consumo, se está haciendo irrespirable el aire del mundo. El automóvil no es el único culpable de la cotidiana matanza del aire, pero es el peor enemigo de los seres urbanos. En las ciudades de todo el planeta, el automóvil genera la mayor parte del cóctel de gases que enferma los bronquios y los ojos y todo lo demás, y también genera la mayor parte del ruido y las tensiones que aturden los oídos y ponen los pelos de punta. Al norte del mundo, los automóviles están, por regla general, obligados a utilizar combustibles y tecnologías que, al menos, reducen la intoxicación provocada por cada vehículo, lo que podría mejorar bastante las cosas si los autos no se reprodujeran más que las moscas. Pero al sur, es mucho peor. En raros casos la ley obliga al uso de gasolina sin plomo y de convertidores catalíticos, y en esos raros casos, por regla general, la ley se acata pero no se cumple, según quiere la tradición que viene de los tiempos coloniales. Con alevosa impunidad, las feroces descargas de plomo se meten en la sangre y agreden los pulmones, el hígado, los huesos y el alma.

Algunas de las mayores ciudades latinoamericanas viven pendientes de la lluvia y del viento, que limpian el aire o se llevan el veneno a otra parte. La ciudad de México, la más poblada del mundo, vive en estado de perpetua emergencia ambiental. Hace cinco siglos, un canto azteca preguntaba:

¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlán?

¿Quién podrá conmover los cimientos del cielo?


Actualmente, en la ciudad que se llamó Tenochtitlán, sitiada por la contaminación, los bebés nacen con plomo en la sangre y uno de cada tres ciudadanos padece frecuentes dolores de cabeza. Los consejos del gobierno a la población, ante las devastaciones de la plaga motorizada, parecen lecciones prácticas para enfrentar una invasión de marcianos. En 1995, la Comisión Metropolitana para la Prevención y el Control de la Contaminación Ambiental recomendó a los habitantes de la capital mexicana que, en los llamados "días de contingencia ambiental", 

permanezcan el menor tiempo posible al aire libre,

mantengan cerradas las puertas, ventanas y ventilas

y no practiquen ejercicios entre las 10 y las 16 horas.

En esos días, cada vez más frecuentes, más de medio millón de personas requieren algún tipo de atención médica, por las dificultades para respirar, en la que otrora fuera «la región más transparente del aire». A fines del 96, quince campesinos del estado de Guerrero marcharon en manifestación a la ciudad de México, para denunciar injusticias: fueron a parar, todos, al hospital público.

Lejos de allí, en otro día de ese año 96, llovió a mares sobre la ciudad de San Pablo. El tránsito se enloqueció a tal punto que produjo el más largo embotellamiento de la historia nacional. El alcalde, Paulo Maluf, lo celebró:

-Los embotellamientos son señales de progreso.

Mil autos nuevos aparecen cada día en las calles de San Pablo. Pero San Pablo respira los domingos y se asfixia el resto de la semana; sólo los domingos se puede ver, desde las afueras, a la ciudad habitualmente enmascarada por una nube de gases. También el alcalde de Río de Janeiro, Luiz Paulo Conde, elogió los tapones del tránsito: gracias a esta bendición de la civilización urbana, los automovilistas pueden disfrutar hablando por el teléfono celular, pueden contemplar la televisión portátil y pueden alegrar sus oídos con los casetes o los discos compact:

-En el futuro -anunció el alcalde- una ciudad sin embotellamientos resultará aburrida.

Mientras la autoridad carioca formulaba esta profecía, ocurrió una catástrofe ecológica en Santiago de Chile. Se suspendieron las clases, y una multitud de niños desbordó los servicios de emergencia médica. En Santiago de Chile, han denunciado los ecologistas, cada niño que nace aspira el equivalente de siete cigarrillos diarios, y uno de cada cuatro niños sufre alguna forma de bronquitis. La ciudad está separada del cielo por un paraguas de contaminación, que en los últimos quince años ha duplicado su densidad mientras se duplicaba, también, la cantidad de automóviles.

Año tras año se van envenenando los aires de la ciudad llamada Buenos Aires, al mismo ritmo en que va creciendo el parque automotor, que aumenta en medio millón de vehículos por año. En 1996, eran ya dieciséis los barrios de 
Buenos Aires con niveles de ruido muy peligrosos, barullos perpetuos de esos que, según la Organización Mundial de la Salud, «pueden producir daños irreversibles a la salud humana». Charles Chaplin gustaba decir que el silencio es el oro de los pobres. Han pasado los años, y el silencio es cada vez más el privilegio de los pocos que pueden pagarlo.


La sociedad de consumo nos impone su simbología del poder y su mitología del ascenso social. La publicidad invita a entrar en la clase dominante, por obra y gracia de la mágica llavecita que enciende el motor del automóvil: ¡Impóngase!, manda la voz que dicta las órdenes del mercado, y también: ¡Usted manda!, y también: ¡Demuestre su personalidad! Y si pone usted un tigre en su tanque, según los carteles que recuerdo desde mi infancia, será usted más veloz y poderoso que nadie y aplastará a cualquiera que obstruya su camino hacia el éxito. El lenguaje fabrica la realidad ilusoria que la publicidad necesita inventar para vender. Pero la realidad real no tiene mucho que ver con estas hechicerías comerciales. Cada dos niños que nacen en el mundo, nace un auto. Cada vez nacen más autos, en proporción a los niños que nacen. Cada niño nace queriendo tener un auto, dos autos, mil autos. ¿Cuántos adultos pueden realizar sus fantasías infantiles? Los numeritos dicen que el automóvil no es un derecho, sino un privilegio. Sólo el veinte por ciento de la humanidad dispone del ochenta por ciento de los autos, aunque el ciento por ciento de la humanidad tenga que sufrir el envenenamiento del aire. Como tantos otros símbolos de la sociedad de consumo, el automóvil está en manos de una minoría, que convierte sus costumbres en verdades universales y nos obliga a creer que el motor es la única prolongación posible del cuerpo humano.

La cantidad de automóviles crece y crece en las babilonias latinoamericanas, pero esa cantidad sigue siendo poca en relación con los centros de la prosperidad mundial. Los Estados Unidos y Canadá tenían, en 1995, más vehículos motorizados que la suma de todo el resto del mundo, exceptuando Europa. Alemania tenía, ese año, tantos autos, camiones, camionetas, casas rodantes y motocicletas como la suma de todos los países de América latina y África. Sin embargo, en las ciudades del sur del mundo, mueren tres de cada cuatro muertos por automóviles en todo el planeta. Y de los tres que mueren, dos son peatones. Brasil tiene tres veces menos autos que Alemania, pero tiene también tres veces más víctimas. Cada año ocurren, en Colombia, seis mil homicidios llamados accidentes de tránsito.

Los anuncios suelen promover los nuevos modelos de automóviles como si fueran armas. En eso, al menos, no miente la publicidad: acelerar a fondo es como disparar un arma, proporciona el mismo placer y el mismo poder. Los autos matan en el mundo, cada año, tanta gente como mataron, sumadas, las bombas de Hiroshima y Nagasaki: en 1990, causaron muchos más muertes o incapacidades físicas que las guerras o el sida. Según las proyecciones de la Organización Mundial de la Salud, en el año 2020 los automóviles ocuparán el tercer lugar, como factores de muerte o incapacidad; las guerras serán la octava causa y el sida la décima.

La cacería de los caminantes integra las rutinas de la vida cotidiana en las grandes ciudades latinoamericanas, donde la coraza de cuatro ruedas estimula la tradicional prepotencia de los que mandan y de los que actúan como si mandaran. El permiso de conducir equivale al permiso de porte de armas, y da licencia para matar. Hay cada vez más energúmenos dispuestos a aplastar a quien se les ponga delante. En estos últimos tiempos, tiempos de histeria de la inseguridad, al impune matonismo de siempre, se agrega el pánico a los asaltos y a los secuestros. Resulta cada vez más peligroso, y cada vez menos frecuente, detener el automóvil ante la luz roja del semáforo: en algunas ciudades, la luz roja dicta orden de aceleración. Las minorías privilegiadas, condenadas al miedo perpetuo, pisan el acelerador para huir de la realidad, y la realidad es esa cosa muy peligrosa que acecha al otro lado de las ventanillas cerradas del automóvil.

En 1992, hubo un plebiscito en Amsterdam. Los habitantes resolvieron reducir a la mitad el área, ya muy limitada, por donde circulan los automóviles, en esa ciudad holandesa que es el reino de los ciclistas y de los peatones. Tres años después, la ciudad italiana de Florencia se rebeló contra la autocracia, la dictadura de los autos, y prohibió el tránsito de autos privados en todo el centro. El alcalde anunció que la prohibición se extenderá a la ciudad entera a medida que se vayan multiplicando los tranvías, las líneas de metro, los autobuses y las vías peatonales. Y también las bicicletas: según los planes oficiales, se podrá atravesar todo la ciudad, sin riesgos, por cualquier parte, pedaleando a lo largo de las ciclovías, en un medio de transporte que es barato y no gasta nada, ocupa poco lugar, no envenena el aire y no mata a nadie, y que fue inventado, hace cinco siglos, por un vecino de Florencia llamado Leonardo da Vinci.

Modernización, motorización: el estrépito de los motores no deja oír las voces que denuncian el artificio de una civilización que te roba la libertad para después vendértela, y que te corta las piernas para después obligarte a comprar automóviles y aparatos de gimnasia. Se impone en el mundo, como único modelo posible de vida, la pesadilla de ciudades donde los autos gobiernan. Las ciudades latinoamericanas sueñan con parecerse a Los Ángeles, con sus ocho millones de automóviles dando órdenes a la gente. Aspiramos a ser la copia grotesca de ese vértigo. Llevamos cinco siglos de entrenamiento para copiar en lugar de crear. Ya que estamos condenados a la copianditis, quizá podríamos elegir nuestros modelos con un poco más de cuidado.





FUENTE: "Clases Magistrales de Impunidad", Patas Arriba. La Escuela del Mundo al Revés, 1998, Eduardo Galeano. En línea: http://www.ateneodelainfancia.org.ar/uploads/galeanoescuela.pdf








viernes, 28 de noviembre de 2014

La filosofía de la praxis en el pensamiento de Rosa Luxemburgo


Por Michael Lowy

En la presentación de las Tesis sobre Feuerbach (1845) de Marx, que publicó a título póstumo en 1888, Engels las calificó como "primer documento que registra el germen genial de una nueva concepción del mundo". Así es, en este pequeño texto Marx supera dialécticamente -la famosa Aufhebung: negación/conservación/elevación- el materialismo y el idealismo anteriores, y formuló una nueva teoría que podría llamarse filosofía de la praxis.

Mientras los materialistas franceses del siglo XVIII insistían en la necesidad de cambiar las circunstancias materiales para que se transformaran los seres humanos, los idealistas alemanes aseguraban que la sociedad sería cambiada gracias a la formación de una nueva conciencia entre los individuos. En contra de estas dos percepciones unilaterales, que conducían a un callejón sin salida -y a la búsqueda de un "Gran Educador" o un "Supremo Salvador"-. Marx afirmó en la Tesis III: 
"La coincidencia del cambio de las circunstancias y de la actividad humana o autotransformación sólo puede ser considerada y comprendida racionalmente en tanto que práctica (praxis) revolucionaria".(1)
En otras palabras: en la práctica revolucionaria, en la acción colectiva emancipadora, el sujeto histórico -las clases oprimidas- transforma al mismo tiempo las circunstancias materiales y su propia conciencia. Marx volvió a esta problemática en La ideología Alemana (1846), al escribir:
"Esta revolución se ha hecho necesaria no sólo por ser el único medio de derribar a la clase dominante, sino también porque sólo una revolución permitirá a la clase que derriba a la otra barrer toda la podredumbre del viejo sistema que se le ha quedado pegada y volverse capaz de fundar la sociedad sobre bases nuevas".(2)
Esto quiere decir que la autoemancipación revolucionaria es la única forma posible de liberación: sólo por su propia praxis, por su experiencia en la acción, pueden las clases oprimidas cambiar su conciencia, al mismo tiempo que subvierten el poder del capital. Es verdad que en textos posteriores -por ejemplo, la famosa introducción de 1857 a la Crítica de la Economía Política- encontramos una versión mucho más determinista, considerando la revolución como el resultado inevitable de la contradicción entre fuerzas y relaciones de producción; pero como lo demuestran sus principales escritos políticos, el principio de la autoemancipación de los trabajadores continúan inspirando su pensamiento y su acción.

Fue Antonio Gramsci, en sus Cuadernos de Prisión de los años 1930, quien utilizó por primera vez la expresión "filosofía de la praxis" para referirse al marxismo. Algunos pretenden que era sólo de un ardid para engañar a sus carceleros fascistas, recelosos de cualquier referencia a Marx; pero esto no explica por qué Gramsci escogió esta fórmula y no otra, como podría ser "dialéctica racional" o "filosofía crítica". En realidad, con esta expresión definió, de manera precisa y coherente, lo que distingue al marxismo como visión específica del mundo, y se disocia, de manera radical, de las lecturas positivistas y evolucionistas del materialismo histórico.

Pocos marxistas del siglo XX fueron más cercanos que Rosa Luxemburgo al espíritu de esta filosofía marxista de la praxis. Ciertamente, ella no escribía textos filosóficos ni elaboraba teorías sistemáticas; como observa con razón Isabel Loureiro, "sus ideas, dispersas en artículos periodísticos, folletos, discursos, cartas... son respuestas inmediatas a la coyuntura más que una teoría lógica e internamente coherente" (3). Eso no quita para que la filosofía de la praxis marxiana, que interpretó de forma original y creadora, fuera el hilo conductor -en el sentido eléctrico de la palabra- de su obra y de su acción como revolucionaria. Pero su pensamiento no era estático: era una reflexión en movimiento, enriquecida con la experiencia histórica. Intentaremos reconstruir aquí la evolución de su pensamiento por medio de algunos ejemplos.

Es verdad que sus escritos están atravesados por una tensión entre el determinismo histórico -la inevitabilidad del derrumbamiento del capitalismo- y el voluntarismo de la acción emancipadora. Esto se aplica en particular a sus primeros trabajos (antes de 1914). Reforma o Revolución (1899), el libro por el que es conocida en el movimiento obrero alemán e internacional, es un ejemplo claro de esta ambivalencia. En contra de Bernstein, proclamaba que la evolución del capitalismo llevaba necesariamente al derrumbamiento (Zusammenbruch) del sistema, y que este hundimiento era la vía histórica que llevaba a la realización del socialismo. En última instancia era una variante socialista de la ideología del progreso inevitable que dominó el pensamiento occidental desde la Filosofía de las Luces. Lo que salvaba su argumento de un economicismo fatalista era la pedagogía revolucionaria de la acción: "sólo en el curso de largas y persistentes luchas adquirirá el proletariado el grado de madurez política que le permitirá obtener la victoria definitiva de la revolución" (4). 

Esta concepción dialéctica de la educación por la lucha fue también uno de los principales ejes de su polémica con Lenin en 1904: "sólo en el curso de la lucha se recluta el ejército del proletariado y toma conciencia de los objetivos de esta lucha. La organización, los progresos de la conciencia (Aufklärung) y el combate no son frases particulares, separadas en el tiempo y de forma mecánica (...) sino, por el contrario, aspectos diversos de un solo y mismo proceso" (5).

Desde luego, reconocía Rosa Luxemburgo, la clase puede equivocarse en el curso de este combate, pero en última instancia, "los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son históricamente mucho más fecundos y más preciosos que la infalibilidad del mejor 'Comité Central'". La autoemancipación de los oprimidos implica la autotransformación de la clase revolucionaria por medio de su experiencia práctica; ésta, a su vez, no sólo produce la conciencia -tema clásico del marxismo- sino también la voluntad:
"El movimiento histórico universal (Wltgeschichtlich) del proletariado hacia su emancipación integral es un proceso cuya particularidad reside en que, por primera vez desde que existe la sociedad civilizada, las masas del pueblo hacen valer su voluntad conscientemente y en contra de todas las clases gobernantes (...) Ahora bien, las masas sólo pueden adquirir y reforzar esta voluntad en la lucha cotidiana contra el orden constituido, es decir, en los límites de este orden" (6).
Podría compararse la visión de Lenin con la de Rosa Luxemburgo por medio de la siguiente imagen: para Vladimir Illich, redactor del periódico Iskra, la chispa revolucionaria la aporta la vanguardia política organizada, desde fuera hacia el interior de las luchas espontáneas del proletariado; para la revolucionaria judía/polaca, la chispa de la conciencia y de la voluntad revolucionaria prende en el combate, en la acción de masas. Es verdad que su concepción del partido como expresión orgánica de la clase se correspondía más a la situación en Alemania que en Rusia o Polonia, donde se planteaba ya la cuestión de la diversidad de partidos referidos al socialismo.

Los acontecimientos revolucionarios de 1905 en el Imperio zarista ruso confirmaron a Rosa Luxemburgo en su concepción de que el proceso de toma de conciencia de las masas obreras era menos el resultado de la actividad educadora -Aufklärung- del partido que de la experiencia de acción directa y autónoma de los trabajadores:
"El brusco levantamiento general del proletariado en enero, desencadenado por los acontecimientos de San Petesburgo, fue, en su acción exterior, un acto político revolucionario, una declaración de guerra al absolutismo. Pero esta primera lucha general y directa de las clases tuvo un impacto aún más poderoso en su interior, despertando por primera vez, como una sacudida eléctrica (einen elektrischen Schlag), el sentimiento y la conciencia de clase en millones y millones de individuos (...) El absolutismo deberá ser derribado en Rusia por el proletariado. Pero el proletariado necesitará para ello un alto grado de educación política, conciencia de clase y organización. No puede aprender todo esto en folletos o en octavillas, sino que adquirirá esta educación en la escuela política viva, en la lucha y por la lucha, en el curso de la revolución en marcha" (7).
La polémica referencia a "los folletos y las octavillas" parece subestimar la importancia de la teoría revolucionaria en el proceso; por otra parte, la actividad política de Rosa Luxemburgo, consistente en gran medida en redactar artículos periodísticos y folletos -por no hablar de sus obras teóricas en el campo de la economía política- demuestra sin ninguna duda el decisivo significado que concedía al trabajo teórico y a la polémica política en el proceso de preparación de la revolución.

En este famoso folleto de 1906 sobre la huelga de masas, la revolucionaria polaca seguía utilizando todavía los tradicionales argumentos deterministas: la revolución tendrá lugar "con la necesidad de una ley de la naturaleza". Pero su visión concreta del proceso revolucionario coincidía con la teoría de la revolución de Marx, tal como la presentó en La Ideología Alemana (obra que no podía conocer, ya que no fue publicada hasta después de su muerte): la conciencia revolucionaria sólo puede generalizarse en el curso de un movimiento "práctico", la transformación "masiva" de los oprimidos, en el curso de la propia revolución. La categoría de la praxis -que para ella, como para Marx, es la unidad dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo, la mediación por la cual la clase en sí se convierte en clase para sí- le permitió superar el dilema paralizante y metafísico de la socialdemocracia alemana, entre el moralismo abstracto de Bernstein y el economicismo mecánico de Kautsky: para el primero, el cambio "subjetivo", moral y espiritual, de los "seres humanos" era la condición para el advenimiento de la justicia social, mientras que para el segundo la evolución económica objetiva conducía "fatalmente" al socialismo. Esto permite comprender mejor por qué Rosa Luxemburgo se opuso no sólo a los revisionistas neo-kantianos, sino también, desde 1905, a la estrategia de "atentismo" pasivo defendida por el así denominado "centro ortodoxo" del partido.

Esta misma visión dialéctica de la praxis le permitió, también, superar el tradicional dualismo encarnado por el Programa de Erfurt del SPD, entre las reformas, o "programa mínimo", y la revolución, "el objetivo final". Con la estrategia de huelga de masas que propuso en Alemania en 1906 -en contra de la burocracia sindical- y en 1910 -en contra de Karl Kautsky- Rosa Luxemburgo esbozó un camino capaz de transformar las luchas económicas o el combate por el sufragio universal en un movimiento revolucionario general.

Al contrario que Lenin, que distingue entre la "conciencia trade-unionista (sindical)" y la "conciencia socialdemócrata (socialista)", ella sugiere una distinción entre la conciencia teórica latente, característica del movimiento obrero en los períodos de dominación del parlamentarismo burgués, y la conciencia práctica y activa, que surge en el curso del proceso revolucionario, cuando las propias masas -y no sólo los diputados y dirigentes del partido- aparecen en la escena política; gracias a esta conciencia práctica-activa las capas menos organizadas y más atrasadas pueden llegar a ser, en período de lucha revolucionaria, el elemento más radical. De esta premisa deriva su crítica a quienes basan su estrategia política en una estimación exagerada del papel de la organización en la lucha de clases -acompañada por lo general de una subestimación del proletariado no organizado- olvidando el papel pedagógico de la lucha revolucionaria:
"Seis meses de revolución harán más por la educación de estas masas hoy desorganizadas que diez años de reuniones públicas y distribuciones de octavillas" (8).
¿Era Rosa Luxemburgo espontaneista? No del todo... En su folleto Huelga general, partido y sindicatos (1906) insiste, refiriéndose a Alemania, en que el papel de "la vanguardia más esclarecida" no es esperar "con fatalismo" a que el movimiento espontáneo "caiga del cielo". Al contrario, la función de esta vanguardia es precisamente "anticipar (vorauseilen) el curso de las cosas, intentar precipitarlo". Reconoce que el partido socialista debe tomar la dirección política de la huelga de masas, lo cual consiste en "proporcionar al proletariado alemán una táctica y objetivos para el período de luchas por venir": llega a proclamar que la organización socialista es "la vanguardia de toda la masa de los trabajadores" y que "el movimiento obrero obtiene su fuerza, su unidad, su conciencia política de esta misma organización" (9).

Hay que añadir que la organización polaca dirigida por Rosa Luxemburgo, el Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y de Lituania (SDKPiL), clandestino y revolucionario, se parecía más al partido bolchevique que a la socialdemocracia alemana... Hay que considerar también un aspecto poco conocido de Rosa Luxemburgo: su actitud hacia la Internacional (sobre todo después de 1914), que concebía como un partido mundial centralizado y disciplinado. Resulta una gran ironía que Karl Liebnecht, en una carta a Rosa Luxemburgo, critique su concepción de la Internacional como "demasiado centralista-mecánica", con "demasiada 'disciplina' y demasiado poca espontaneidad", considerando a las masas "demasiado como instrumentos de la acción, no como portadoras de la voluntad; como instrumentos de la acción deseada y decidida por la Internacional, y no en tanto que quieren y desean por sí mismas" (10).

Paralelamente a este voluntarismo activista, el optimismo determinista (económico) de la teoría del Zusammenbruch, el hundimiento del capitalismo víctima de sus contradicciones, no desapareció de sus escritos, al contrario: se encuentra en el centro mismo de su gran obra económica, La acumulación del capital (1911). Sólo después de 1914, en el folleto La crisis de la socialdemocracia, escrito en prisión en 1915 -y publicado en Suiza en enero de 1916 bajo el seudónimo de "Junius"- superó esta visión tradicional del movimiento socialista de comienzos de siglo. Este documento, gracias al lema "socialismo o barbarie", representó un giro en la historia del pensamiento marxista. Curiosamente, la argumentación de Rosa Luxemburgo comienza refiriéndose a las "leyes inalterables de la historia"; reconoce que la acción del proletariado "contribuye a determinar la historia", pero parece creer que se trata sólo de acelerar o retardar el proceso histórico. Hasta ahí, nada nuevo.

Pero en las líneas siguientes compara la victoria del proletariado con "un salto que hace pasar a la humanidad del reino animal al reino de la libertad", añadiendo: este salto sólo será posible "si, del conjunto de las premisas materiales acumuladas por la evolución, se enciende la chispa incendiaria (zündende Funke) de la voluntad consciente de la gran masa popular". Encontramos aquí la famosa Iskra, la chispa de la voluntad revolucionaria capaz de hacer estallar la pólvora seca de las condiciones materiales. ¿Qué produce esta zündende Funke? Sólo gracias a una "larga serie de enfrentamientos hará el proletariado internacional su aprendizaje bajo la dirección de la socialdemocracia e intentará tomar las riendas de su propia historia (seine Geschichte)..." (11). En otras palabras: sólo en la experiencia práctica prende la chispa de la conciencia revolucionaria de los oprimidos y explotados.

Introduciendo la expresión socialismo o barbarie, "Junius" acude a la autoridad de Engels, en un escrito de "hace una cuarentena de años" -una referencia sin duda al Anti-Duhring (1878)-: "Friedrich Engels dijo una vez: 'La sociedad burguesa se encuentra ante un dilema: o paso al socialismo o recaída en la barbarie'" (12). De hecho, lo que escribió Engels es bastante diferente:
"Las fuerzas productivas engendradas por el modo de producción capitalista moderno, y el sistema de distribución de los bienes que ha creado, han entrado en contradicción flagrante con el propio modo de producción, hasta que hace necesario un cambio radical del modo de producción y distribución, si no se quiere ver desaparecer toda la sociedad moderna" (13).
El argumento de Engels -fundamentalmente económico y no político, como el de "Junius"- era más bien retórico, una especie de demostración por el absurdo de la necesidad del socialismo, para evitar la "la desaparición" de la sociedad moderna -una fórmula vaga cuyo alcance no se llega a entender bien. De hecho, fue Rosa Luxemburgo quien inventó, en el sentido estricto de la palabra, la expresión "socialismo o barbarie", que tanto impacto tendrá a lo largo del siglo XX. La referencia a Engels pretendía dar más legitimidad a una tesis bastante heterodoxa. La guerra mundial, y el hundimiento del movimiento obrero internacional en agosto de 1914, acabó por quebrar su convicción en la victoria inevitable del socialismo.

En los siguientes párrafos, "Junius" desarrolló su innovador punto de vista:
"Nos situamos ante esta disyuntiva: o triunfo del imperialismo y decadencia de toda civilización, y como consecuencia, como en la antigua Roma, la despoblación, la desolación, la degeneración, un gran cementerio; o victoria del socialismo, es decir, de la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo y contra su método de acción: la guerra. Es un dilema de la historia del mundo, un todavía indeciso 'o esto -o lo otro', cuyos platillos se balancean ante la decisión del proletariado consciente" (14).
Se puede discutir el significado del concepto de "barbarie": se trata sin duda de una barbarie moderna, "civilizada" -la comparación con la antigua Roma no es muy pertinente-, y en este caso la afirmación del folleto de "Junius" se reveló profética: el fascismo alemán, manifestación suprema de la barbarie moderna, pudo tomar el poder gracias a la derrota del socialismo. Pero lo más importante de la fórmula "socialismo o barbarie" es el término "o": se trata del reconocimiento de que la historia es proceso abierto, que el futuro no está todavía decidido -por las "leyes de la historia" o de la economía- sino que depende, en definitiva, de los factores "subjetivos": la conciencia, la decisión, la voluntad, la iniciativa, la acción, la praxis revolucionaria. Es cierto, como señala Isabel Loureiro en su excelente libro, que incluso en el folleto de "Junius" -y en los textos posteriores de Rosa Luxemburgo- se siguen encontrando referencias al hundimiento inevitable del capitalismo, a la "dialéctica de la historia" y a la "necesidad histórica del socialismo" (15). Pero en última instancia, la fórmula "socialismo o barbarie" sienta las bases de otra concepción de la "dialéctica de la historia", distinta del determinismo económico y de la ideología iluminista del progreso inevitable.

Volvemos a encontrar la filosofía de la praxis en el centro de la polémica de 1918 sobre la Revolución rusa, otro texto capital redactado detrás de los barrotes. La trama esencial de este documento es bien conocida: por una parte, el apoyo a los bolcheviques, y a sus dirigentes, Lenin y Trotsky, que han salvado el honor del socialismo internacional al atreverse a llevar a cabo la Revolución de Octubre; por otra parte, un conjunto de críticas, algunas de ellas -sobre la cuestión agraria y la cuestión nacional- muy discutibles, mientras que otras -el capítulo sobre la democracia- resultan proféticas. Lo que inquietaba a la revolucionaria judía/polaca/alemana era sobre todo la supresión, por los bolcheviques, de las libertades democráticas -libertad de prensa, de asociación, de reunión-, que son precisamente la garantía de la actividad política de las masas obreras; sin ellas, "la dominación de las amplias capas populares es absolutamente impensable". Las gigantescas tareas de la transición al socialismo "a las que se han dedicado los bolcheviques con coraje y determinación", no pueden ser realizadas sin que "las masas reciban una educación política muy intensiva y acumulen experiencias", lo que no es posible sin libertades democráticas. La construcción de una nueva sociedad es un terreno virgen que plantea "mil problemas" imprevistos; ahora bien, "sólo la experiencia permite las correcciones y la apertura de nuevas vías". El socialismo es un producto histórico "surgido de la escuela misma de la experiencia": el conjunto de las masas populares (Volksmassen) debe participar de esta experiencia, si no "el socialismo es decretado, otorgado por una docena de intelectuales reunidos alrededor de un tapete verde". El único remedio para los inevitables errores del proceso de transición es la propia práctica revolucionaria: "la revolución en sí y su principio renovador, la vida intelectual, la actividad y la autorresponsabilidad (Selbsvergantwortung) de las masas, en una palabra, la revolución bajo la forma de la más amplia libertad política es el único sol que salva y purifica" (16).

Este argumento es mucho más importante que el debate sobre la Asamblea Constituyente, donde se concentraron las objeciones "leninistas" al texto de 1918. Sin libertades democráticas, la praxis revolucionaria de las masas, la autoeducación popular por la experiencia, la autoemancipación de los oprimidos y el ejercicio del poder mismo por la clase de los trabajadores, son imposibles.

György Lukacs, en su importante ensayo "Rosa Luxemburg marxista" (enero 1921), mostró con gran agudeza cómo, gracias a la unidad de la teoría y la praxis -formulada por Marx en sus Tesis sobre Feuerbarch- la gran revolucionaria había conseguido superar el dilema de la impotencia de los movimientos socialdemócratas, "el dilema del fatalismo de las leyes puras y de la ética de las intenciones puras". ¿Qué significa esta unidad dialéctica?
"Así como el proletariado como clase sólo puede conquistar y conservar su conciencia de clase, elevarse al nivel de su tarea histórica -objetivamente dada-, en el combate y la acción, de igual medida el partido y el militante individual sólo pueden apropiarse realmente su teoría realizando esta unidad en su praxis" (17).

Resulta por tanto sorprendente que, apenas un año más tarde, Lukacs redactase el ensayo -formando también parte de Historia y Conciencia de Clase (1923)- titulado "Comentarios críticos sobre la crítica de la revolución rusa en Rosa Luxemburg" (enero 1922), rechazando en bloque el conjunto de comentarios disidentes de la fundadora de la Liga Spartacus, pretendiendo que "se representa la revolución proletaria bajo las formas estructurales de las revoluciones burguesas" (18) -una acusación poco creíble, como lo demuestra Isabel Loudeiro (19). ¿Cómo explicar la diferencia, en el tono y en el contenido, entre el ensayo de enero de 1921 y el de enero de 1922? ¿Una conversión rápida al leninismo ortodoxo? Tal vez, pero lo más probable es la posición de Lukacs respecto a los debates en el seno del comunismo alemán. Paul Levi, el principal dirigente del KPD (Partido Comunista Alemán), se había opuesto a la "Acción de Marzo de 1921", una tentativa fracasada de levantamiento comunista en Alemania, sostenida con entusiasmo por Lukacs (aunque criticada por Lenin...); excluido del partido, Paul Levi decidió en 1922 publicar el manuscrito de Rosa Luxemburgo sobre la Revolución Rusa, que la autora le había confiado en 1918. La polémica de Lukacs con este documento es también, indirectamente, un ajuste de cuentas con Paul Levi.

En realidad, el capítulo sobre la democracia de este documento de Luxemburgo es uno de los textos más importantes del marxismo, del comunismo, de la teoría crítica y del pensamiento revolucionario en el siglo XX. Es difícil imaginar una refundación del socialismo en el siglo XXI que no tenga en cuenta los argumentos desarrollados en estas febriles páginas. Los representantes más lúcidos del leninismo y del trotskismo, como Ernest Mandel o Daniel Bensaid, han reconocido que esta crítica de 1918 al bolchevismo, en lo que se refiere a la cuestión de las libertades democráticas, estaba justificada. Por supuesto, la democracia a la que se refería Rosa Luxemburgo es la ejercida por los trabajadores en un proceso revolucionario, no la "democracia de baja intensidad" del parlamentarismo burgués, donde las decisiones importantes son tomadas por banqueros, empresarios, militares y tecnócratas, fuera de cualquier control popular.

La zündende Funke, la chispa incendiaria de Rosa Luxemburgo, brilló una última vez en diciembre de 1918, en su conferencia al Congreso de fundación del KPD (Liga Spartacus). En este texto también se encuentran referencias a la "ley de desarrollo objetivo y necesario de la revolución socialista", pero se trata en realidad de la "amarga experiencia" que deben hacer las diversas fuerzas del movimiento obrero antes de encontrar el camino revolucionario. Las últimas palabras de esta memorable conferencia están directamente inspiradas por la perspectiva de la praxis autoemancipadora de los oprimidos: "La masa aprende a ejercer el poder ejerciéndolo. No hay otra manera de aprender. Hemos superado ya el tiempo en que se trataba de enseñar el socialismo al proletariado. Este tiempo no se ha cumplido al parecer para los marxistas de la escuela de Kautsky. Con 'educar a las masas proletarias' se quiere decir: hacerles discursos, difundir octavillas y folletos. No, la escuela socialista de los proletarios no necesita eso. Su educación se realiza cuando pasan a la acción (zur Tat greifen)". Rosa Luxemburgo se refiere aquí a una famosa cita de Goethe: "Am Anfang war die Tat!" (¡Al comienzo no era el Verbo, sino la Acción!). En palabras de la revolucionaria marxista: "Al comienzo era la Acción, ésta es nuestra divisa; y la acción consiste en que los consejos de obreros y de soldados se sientan llamados a convertirse en la única potencia pública en el país y que aprendan a serlo" (20). Algunos días más tarde, Rosa Luxemburgo sería asesinada por los Freikorps -"cuerpos francos" paramilitares- movilizados por el gobierno socialdemócrata, bajo la batuta del Ministro Gustav Noske, contra el levantamiento de los obreros de Berlín.

Rosa Luxemburgo no era infalible, cometió errores, como cualquier ser humano y cualquier militante, y sus ideas no constituyen un sistema teórico cerrado, una doctrina dogmática aplicable en cualquier lugar y en cualquier época. Pero su pensamiento es una valiosa caja de herramientas para intentar desmontar la maquinaria capitalista y para pensar en alternativas radicales. No es casualidad que se haya convertido en estos últimos años en una de las referencias más importantes, sobre todo en América Latina, en el debate sobre un socialismo del siglo XXI, capaz de superar los atolladeros de las experiencias que se reclamaron del socialismo en el pasado siglo; tanto la socialdemocracia como el estalinismo. Su concepción de un socialismo al mismo tiempo revolucionario y democrático -en oposición irreconciliable al capitalismo y al imperialismo- basado en la praxis autoemancipadora de los trabajadores, en la autoeducación por la experiencia y por la acción de las grandes masas populares alcanza una sorprendente actualidad. El socialismo del futuro no podrá prescindir de la luz de esta chispa ardiente.


NOTAS

(1) K. Marx, "Tesis sobre Feuerbach", 1845, en La ideología alemana.
(2) K. Marx, G. Engels, La ideología alemana.
(3) Isabel Loureiro, Rosa Luxemburg, Os dilemas da açâo revolucionaria, S. Paulo, Unesp, 1995, p. 23.
(4) Rosa Luxemburg, ¿Reforma o revolución?, 1899.
(5) Rosa Luxemburg, "Cuestiones de organización de la socialdemocracia rusa" (1904), en Marxisme contre dictadure, París, Spartacus, 1946, p. 21.
(6) Ibid. pp. 22-23. Cf. Rosa Luxemburg, “Organisationsfragen der russischen Sozialdemokratie” (1904), en Die Russische Revolution, Frankfurt, Europäische Verlaganstalt, 1963, pp. 27-28, 42, 44.
(7) Rosa Luxemburg, “Huelga de masas, partido y sindicatos”, 1906. Traducción revisada según el original: “Massentreik, Partei und Gewerkschaften”, en Gewerkschaftskampf und Massentreik, Eingeleitet und Bearbeitet von Paul Frölich, Vereinigung Internationaler Verlagsanstalten, Berlin, 1928, pp. 426-427. Se trata de una recopilación de ensayos de Rosa Luxemburg sobre la huelga de masas, organizada por su discípulo y biógrafo Paul Frölich, excluido del Partido Comunista Alemán en los años 1920. Encontré este libro en un anticuario en… Tel Aviv; el ejemplar llevaba un sello: “Kibbutz Ein Harod, Seminario de Ideas, Biblioteca Central”. El propietario del libro era sin duda un judío alemán de izquierdas emigrado a Palestina hacia 1933 y lo dio a la biblioteca del kibbutz en el que se había establecido. Con la muerte de los viejos militantes del kibbutz, y como la nueva generación no leía alemán, el bibliotecario vendió a un librero de viejo su stock de libros en la lengua de Marx…
(8) Ibid. P. 150.
(9) Ibid. P. 147, 150.
(10) Ver K. Liebknecht: “A Rosa Luxemburg: Remarques à propos de son projet de thèses pour le groupe « Internationale», en Partisans, nº 45, enero 1969, p- 113.
(11) Rosa Luxemburg, La crisis de la socialdemocracia.
(12) Ibid.
(13) F. Engels, Anti-Dühring.
(14) Ibid
(15) I. Loureiro, Rosa Luxemburg, p. 123.
(16) Rosa Luxemburg, La revolución rusa
(17) G. Lukacs, Historia y Conciencia de clase (1923).
(18) Ibid
(19) I. Loureiro, Rosa Luxemburg, p. 85-88
(20) Rosa Luxemburg, “Nuestro programa y la situación política. Discurso en el Congreso de fundación del PCA (Liga Spartacus)”. Recogido del original alemán, “Rede zum Programm der KPD (Spartakusbund)”, Ausgewählten Reden un Schriften, Berlín, Dietz Verlag, 1953, Band II, p. 687. El ejemplar de la edición alemana que utilizo aquí tiene una curiosa historia. Se trata de una recopilación de textos de Rosa Luxemburg, editada por el “Marx-Engels-Lenin-Stalin Institut boim ZA der SED”, con un prólogo de Wilhelm Pieck, dirigente estalinista de la RDA, seguida de introducciones de Lenin y Stalin, criticando los “errores” de la autora. Compré este libro a un anticuario y descubrí que llevaba una dedicatoria escrita a mano, en inglés, fechada en 1957, pidiendo excusas por no haber encontrado otra edición sin todas esas “introducciones” superfluas. La dedicatoria está firmada por “Tamara e Isaac”, sin duda Tamara e Isaac Deutscher…


FUENTE: Marx Desde Cero

lunes, 24 de noviembre de 2014

25 Noviembre: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer


Mañana, 25 de noviembre, es el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, declarado así por la Asamblea General de la ONU en 1999. La fecha se fijó en recuerdo y homenaje de las hermanas Mirabal, tres mujeres activistas de República Dominicana que fueron brutalmente asesinadas por el dictador Rafael Leónidas Trujillo, un día 25 de noviembre de 1960.


Dos décadas después de este atroz asesinato, en Julio de 1981, en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, celebrado en Bogotá, surge la propuesta para que el 25 de noviembre sea un día de reflexión y denuncia contra las diferentes formas de violencia que sufren las mujeres; surgiendo el compromiso de impulsar en los respectivos países la celebración de esa fecha. 

En este mismo año, 1981, entra en vigor -casualidad o simple coincidencia- la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (CEDAW), que ha recibido la denominación de Carta de Derechos de las Mujeres. Si bien en ella no se aborda de manera explícita el problema de la violencia contra las mujeres y niñas. 

Posteriormente, en la Conferencia Internacional de la Mujer organizada por Terre de Hommes (RFA), celebrada del 6 al 15 de mayo de 1987 en Taunus, República Federal Alemana, se analizó la situación de las mujeres, constatándose la existencia de problemas que eran consecuencia de crisis económicas, políticas, o bien resultado de la militarización y de la explotación. Y en esa misma Conferencia, las participantes acordaron el 15 de mayo de 1987 declarar el 25 de noviembre como "DÍA INTERNACIONAL POR LA NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER".


Seis años después, en 1993, la Conferencia de Viena sobre Derechos Humanos aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en la que se definió la "violencia contra la mujer" como 
Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.
En dicha Asamblea se reconoció que eran necesarios "una clara declaración de los derechos que se deben aplicar para asegurar la eliminación de toda violencia contra la mujer en todas sus formas, y un compromiso de los Estados y de la Comunidad Internacional en general para eliminar la violencia contra la mujer". Esta Declaración reconocerá las violaciones a los derechos de las mujeres y las niñas como violaciones a los derechos humanos, haciendo visible la violencia de género, muy especialmente en las situaciones de conflicto armado, donde las violencias contra las mujeres se reconocerán como violaciones de los principios fundamentales de los derechos humanos y del Derecho Humanitario Internacional.


Dos años después, en la Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, se volverá a reiterar la consideración de los derechos de las mujeres como derechos humanos, dedicándose un apartado específico donde se detallarán todos los problemas relacionados con la violencia contra las mujeres, y elaborándose una definición clara y completa de esta violencia, en la que se distingue una dimensión pública y otra privada, y se destaca la responsabilidad del Estado tanto por ejercer esa violencia como por tolerarla, instando a todos los Estados partes, entre otras medidas, a introducir sanciones penales, civiles, laborales, administrativas, con el fin de castigar a todos los agresores y reparar los daños causados a las mujeres y las niñas "víctimas" de cualquier tipo de violencia, en el hogar, en el lugar de trabajo, la comunidad o la sociedad, revisando periódicamente las leyes pertinentes para asegurar su eficacia, con gran énfasis en su prevención (Capítulo D, de la Plataforma de Acción de Beijing). 

Como colofón a todas estas declaraciones, que tienden a garantizarnos a las mujeres una vida libre de violencia y con pleno desarrollo de nuestros derechos humanos, el 17 de diciembre de 1999 -como ya hemos dicho más arriba-, y a través de la resolución 54/134, la Asamblea General de la ONU declaró el 25 DE NOVIEMBRE como el DÍA INTERNACIONAL DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER, invitando a los gobiernos, a las organizaciones internacionales y a las organizaciones no gubernamentales a que organicen en ese día actividades dirigidas a sensiblizar a la opinión pública respecto al problema de la violencia contra la mujer. 

Pero, ¿sólo en este Día, el 25 de Noviembre, deben concentrarse las actividades o actos tendentes a sensibilizar a la opinión pública sobre la violencia de género, cuando ésta se ha convertido en la primera causa de muerte de mujeres y niñas entre los 15 y 44 años de edad? Las cifras y, sobre todo, las historias de mujeres que nos ofrece la realidad parece requerirnos más actividades, más acciones, más esfuerzos para detener la epidemia en que se ha convertido la violencia contra las mujeres. Sin ánimos de ser exhaustiva, algunas de las cifras son éstas:

  • Casi una cuarta parte de las niñas de 15 a 19 años de todo el mundo (aproximadamente, 70 millones) han sido víctimas de alguna forma de violencia física desde los 15 años.
  • Alrededor de 120 millones de niñas menores de 20 años en todo el mundo (cerca de 1 de cada 10) han sido víctimas de relaciones sexuales forzadas u otro tipo de actos sexuales forzados.
  • 1 de cada 3 adolescentes de 15 a 19 años (84 millones) que alguna vez estuvieron casadas han sido víctimas de actos de violencia emocional, física o sexual cometidos por sus maridos o sus compañeros.
  • En algunos países, por lo menos 7 de cada 10 niñas de 15 a 19 años que han sido víctimas de abusos físicos y/o sexuales nunca han procurado ayuda: muchas dijeron que no creían que fuera un caso de abuso o no lo consideraban un problema.
  • En todo el mundo, más de 700 millones de mujeres vivas hoy en día se casaron antes de cumplir los 18 años. Más de 1 de cada 3 (alrededor de 250 millones) iniciaron la unión antes de cumplir los 15 años.
  • En todo el mundo, cerca de la mitad de las niñas de 15 a 19 años cree que está justificado que un hombre golpee a su mujer bajo determinadas circunstancias, como por ejemplo si rechaza tener relaciones sexuales. 
  • Hasta el 70 por ciento de las mujeres experimenta violencia en el transcurso de su vida. 
  • Las mujeres entre 15 y 44 años de edad corren mayor riesgo de ser violadas o maltratadas en casa que de sufrir cáncer, accidentes de vehículos, guerra y malaria, según estadísticas del Banco Mundial. 
  • La violencia contra mujeres detenidas por la policía es común y abarca casos de violencia sexual, prácticas inapropiadas de vigilancia, registros al desnudo realizados por hombres, y la exigencia de actos sexuales a cambio de privilegios o necesidades básicas.
  • Entre 500.000 y 2 millones de personas se calcula que son víctimas cada año de trata, lo que las lleva a la prostitución, a realizar trabajos forzados, a la esclavitud o a la servidumbre. Las mujeres y las niñas representan alrededor del 80% de esas víctimas.
  • Se calcula que más de 130 millones de mujeres y niñas que viven hoy en día han sido sometidas a la mutilación/ablación genital femenina, sobre todo en África y en algunos países de Oriente Medio. 

Estas cifras ponen voz a cientos, a miles, a millones de mujeres y niñas que sufren o han sufrido alguna vez en sus vidas cualquier tipo de violencia machista; y también nos pone voz a todas las mujeres, que reivindicamos nuestro derecho a vivir sin miedos y libres de todo tipo de violencia.

Un día como el de mañana, un día internacional para la erradicación de la violencia machista, debe dedicarse a reflexionar y denunciar las diferentes formas de violencia que sufrimos las mujeres, para reivindicar las medidas que sean necesarias para acabar con esta pandemia -como la califica la ONU- y dar visibilidad a una violencia que tiene lugar -la mayoría de veces- tras el velo de la impunidad que supone el hogar. Pero también es muy necesario que los restantes 364 días sigamos reivindicando, sigamos trabajando para que la erradicación de la violencia machista sea una realidad. NO PODEMOS PERMITIR QUE LA VIDA DE MÁS MUJERES SIGA SIENDO SESGADA POR ESTE TERRORISMO MACHISTA. LA VIOLENCIA MACHISTA MATA, PERO NUESTRO SILENCIO LA NORMALIZA.



FUENTES: ONU, ONU Mujeres, Wikipedia, Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, Declaración y Plataforma de Acción de Beijing.