miércoles, 15 de octubre de 2014

Thomas Sankara: 27 años de su asesinato


"Llaman provocación a las verdades que nosotros proclamamos, mientras que las mentiras que ellos cuentan se convierten en verdades absolutas. Nuestra lucha por la independencia y el bienestar de nuestros pueblos es tachada de insumisión, y el saqueo que ellos hacen de nuestras riquezas se llama obra civilizadora. Así escriben ellos la historia, y así se la aprende la mayor parte de la Humanidad. Por eso, yo prefiero sentir a mi lado al Ché antes que a cualquiera de ellos". Thomas Sankara.


Hoy, 15 de octubre, se cumple el 27º aniversario del asesinato del presidente de Burkina Faso, Thomas Sankara, a mano de los hombres de Blaise Compaoré, antiguo compañero de armas, que sigue siendo hoy el primer mandatario del país.

La historia del capitán de paracaidistas, Thomas Sankara, es fascinante. Su heroica y desgraciada peripecia vital se funde con la del propio continente africano, tan cerca y tan lejos de nosotros y nosotras, al mismo tiempo. No en vano, el revolucionario burkinabés fue conocido como el Che Guevara negro.

Thomas Isidore Noël Sankara nació el 21 de diciembre de 1949, en Yako, enclave situado en la colonia francesa de Alto Volta. Su país obtuvo la independencia formal en 1960, en plena era de la descolonización. Por aquel entonces el futuro presidente era sólo un niño.

En su juventud, Sankara se sintió fuertemente atraído por la figura de Jesucristo e, incluso, estuvo a punto de ordenarse sacerdote. Pero, finalmente, tuvo que dedicarse a la milicia para intentar aliviar la delicada situación económica de su familia.

Fue en la Academia Militar de Antsirabé (Madagascar) donde el joven soldado africano se hizo marxista. La guerra que enfrentó a su país con Malí en 1974 lo convirtió en un héroe nacional. 

En 1976, Sankara, junto con un grupo de jóvenes militares, fundó el Grupo de Oficiales Comunistas. Dos años después, conoció en Rabat al también capitán Blaise Compaoré, y desde entonces el destino de estos dos hombres quedaría unido para siempre.

En los años siguientes, Sankara ocupó diversos cargos en los gobiernos militares que regían la vida de Alto Volta, una ex colonia francesa que se gestionaba como una fuente de mano de obra barata para la vecina Costa de Marfil en beneficio de una pequeña clase gobernante y sus patrocinadores en París. En 1983 se convirtió en primer ministro, siendo derrocado por un golpe de estado derechista a las pocas semanas.

El 5 de agosto de ese mismo año, una insurrección cívico-militar, liderada por Compairé, liberó a Sankara de la prisión e inició el proceso revolucionario. El capitán Tom Sank, como lo llamaba su amado pueblo, se convirtió en Jefe del Estado, dando paso a la época más floreciente de Burkina Faso.

Precisamente, una de las primeras medidas del presidente Sankara, fue el cambio del nombre del país. A partir de entonces, la pequeña ex colonia francesa fue conocida como Burkina Faso, "la tierra de los hombres íntegros". La integridad del joven dirigente burkinabés le costaría la vida años más tarde.

Durante los escasos 4 años que duró su gobierno, Thomas Sankara se preocupó por liberar a su país de las históricas ligaduras que impedían su pleno desarrollo como nación independiente. Sankara intentó elevar el nivel de vida de sus habitantes, eliminar el hambre y alfabetizar a sus compatriotas.


Una de sus principales metas fue lograr la igualdad del hombre y la mujer: puso un gran énfasis en la liberación de la mujer, pues vio la emancipación de la mujer como vital para romper el control del sistema feudal que mantenía en el país. Por ello, abolió la ablación, prohibió la poligamia, poniendo fin a la presión sobre las mujeres para contraer matrimonio, incluyó la contratación de mujeres en todas las profesiones, incluidas la carrera militar y el gobierno, y promovió el uso de anticonceptivos, para luchar contra el fatal virus del SIDA. Y eso significaba la participación de las mujeres en el centro de la movilización popular revolucionaria. Él vio la lucha de las mujeres de Burkina Faso como "parte de la lucha mundial de las mujeres".
"No hablamos de la emancipación de la mujer como un acto de caridad o de una oleada de compasión humana. Es una necesidad básica para la revolución; sin ellas la revolución no podrá triunfar".
El presidente Sankara se movía por su país en un humilde Renault 5, el coche más barato del mercado automovilístico burkinabés. Era una persona decente, querida por su pueblo y admirada por gentes de toda África. Francia nunca se lo perdonó.

La lucha contra la corrupción fue uno de los grandes retos -y también de los grandes logros- del sankarismo. Los Tribunales Populares Revolucionarios fueron un instrumento fundamental para erradicar una lacra que azotaba a la totalidad del continente africano. Pero su estilo de gobierno lo llevó a mantener actitudes personales extremadamente llamativas: nada más llegar al poder, vendió las limusinas del Estado y las cambió por el modesto Renault 5, convertido en coche presidencial. Su sueldo como presidente siguió siendo el mismo que el del cargo de capitán que ejercía antes de llegar al poder, y a su muerte, su única posesión era una modesta vivienda cuya hipoteca no había sido aún enteramente liquidada. Su madre seguía ejerciendo, siendo él presidente, como vendedora de especias en un puesto de un mercado de Uagadugú.

Pero la obra política de Sankara no se detuvo en la lucha contra la corrupción. Fue un firme defensor, como ya hemos dicho antes, de la igualdad entre el hombre y la mujer, y dictó leyes contra la ablación, la poligamia, e incorporó a la mujer a los más altos cargos de la administración del país. La erradicación del analfabetismo fue otro de sus grandes logros, con resultados espectaculares en sus cuatro años de gobierno y la construcción de centenares de escuelas rurales.


En el campo de la sanidad, la obra de Sankara fue también notable. Puso en marcha acciones espectaculares, como los "comandos de vacunación", encargados de vacunar a millones de niños en todo el país, con la ayuda -como en otras muchas iniciativas sociales- de voluntarios venidos de distintos países.

La obsesión de Sankara -y para él el principal objetivo de cualquier revolución- era mejorar las condiciones de vida de su pueblo. Que la gente pudiera alimentarse  correctamente, vivir dignamente, acceder a la educación, expresarse libremente era el objetivo de su trabajo diario. Dio un giro radical a la economía de su país, centrando todos sus esfuerzos en el desarrollo de la agricultura y la ganadería, creando centenares de mini-embalses, promoviendo y protegiendo la producción local frente a los productos importados que sangraban la economía nacional. Rechazó de plano cualquier ayuda internacional que se pareciera a una limosna y sólo estuvo de acuerdo en gestionar aquella que contribuyera a facilitar los objetivos que su gobierno se había marcado -para satisfacción de muchas ONG's que veían en esa actitud un modelo de gestión de la ayuda externa. 

Pero todo ello se tuvo que hacer desoyendo las consignas de los organismos financieros internacionales -FMI y Banco Mundial- y de la Francia de Mitterrand, que le cortaron, todos ellos y de forma repetida, el acceso a los créditos necesarios para su programa. Los enfrentamientos con el presidente francés fueron, por otra parte, sonados. Sankara, en efecto, no tenía ningún reparo, y lo hizo en alguna ocasión teniendo a Mitterrand a su vera, en reprochar a la antigua metrópoli su pasado colonial y el empeño en seguir manteniendo el control sobre los recursos naturales africanos y, para ello, también ejercer el control político por la vía interpuesta de jefes de Estado locales corruptos y sumisos.


El nuevo nombre que dio Sankara al país, Burkina Faso -la tierra de los hombres íntegros-, no fue en vano. La población recuperó una dignidad perdida a lo largo de un siglo de sumisión al poder extranjero, de vejaciones, de miseria, de represión. Ser burkinabé se convirtió en sinónimo de orgullo en todo el continente africano. La lucha de Sankara fue asumida por la juventud de todo el continente, donde se convirtió en un héroe, un líder carismático, el presidente valiente y honrado que todos los pueblos africanos querían para sí.

Por eso, al día siguiente de su muerte, millones de africanos salieron a la calle enfurecidos; por ello, aún hoy en las calles de toda África, en los taxis y en las motocicletas, en los cuadernos escolares, el nombre y la foto de Sankara están presentes y en los mercadillos se pueden adquirir grabaciones de sus discursos; por ello, campus y comedores universitarios de toda África han tomado el nombre de Thomas Sankara.

El 15 de octubre de 1987, hoy hace 27 años, Sankara fue asesinado junto a doce oficiales en un golpe de estado organizado por su sucesor y antiguo colaborador Blaise Compaoré. El deterioro de las relaciones con los países vecinos fue una de las razones dadas por Compaoré, afirmando que Sankara había puesto en peligro las relaciones exteriores con la antigua potencia colonial francesa y la vecina Costa de Marfil. Compaoré se autoproclamó presidente y acabó con la obra de Tom Sank; y ha sido, desde entonces, un fiel aliado del imperialismo francés y un alumno aplicado del FMI y del Banco Mundial. Aún hoy, continúa en la presidencia del país.
"Los asesinos de Sankara fueron guiados por el imperialismo, que no podía permitir que un hombre con las ideas y acciones de Sankara liderara un país en un continente tan explotado durante cientos de años por el imperialismo internacional, el colonialismo, y los gobiernos neocoloniales que hacen lo que se les antoja. Las ideas políticas de Sankara perdurarán, al igual que las de Patrice Lumumba del Congo y Amílcar Cabral, de Guinea-Bissau, también asesinado por traidores a petición del imperio" (Ulises Estrada, uno de los principales organizadores de la misión de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, 1966-1967).
El cuerpo de Sankara fue desmembrado y enterrado rápidamente en una tumba anónima, mientras su viuda y sus dos hijos huyeron del país. Compaoré revocó inmediatamente las estatizaciones, anuló casi todas las políticas de Sankara, regresó al país bajo el acorralamiento del FMI y del Banco Mundial, y rechazó en última instancia la mayor parte del legado de Sankara. Aún hoy, continúa en la presidencia del país. 


Una semana antes de su muerte, Sankara se dirigió a la gente y dijo lo que sería su propio epitafio, remarcando que "aunque los revolucionarios, como los individuos, puedan ser asesinados, nunca se podrán matar sus ideas". Más de dos décadas después del crimen, Sankara continúa siendo un ídolo para la juventud africana.
"África y el mundo están todavía recuperándose del asesinato de Sankara. Del mismo modo, que aún tiene que recuperarse de la pérdida de Patrice Lumumba, Kwame Nkrumah, Eduardo Mondlane, Amílcar Cabral, Steve Biko, Samora Machel, y, más recientemente, John Garang, por nombrar sólo unos pocos. Si bien las fuerzas malévolas no han utilizado los mismos métodos para eliminar a cada uno de estos grandes panafricanistas, se han guiado por el mismo motivo: MANTENER A ÁFRICA EN LAS CADENAS" (Antonio de Figueiredo, Febrero de 2008).


FUENTES: Wikipedia, auditoriaciudadana.net, La Mancha Obrera 

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